lunes, 26 de enero de 2015

Aprobados por el Señor

Aprobados por el Señor

Leer | Romanos 8.14-16
5 de enero de 2015
Nuestro Padre celestial sabe que anhelamos ser aceptados, y sentir que formamos parte de algo. Él se encarga de ambas necesidades cuando recibimos a su Hijo Jesucristo como nuestro Salvador.
Por el pecado de Adán, se rompió nuestra conexión espiritual con el Señor (Ro 5.12). Por tanto, cada ser humano ha nacido desde entonces con una naturaleza “carnal” que mantiene al hombre separado de Dios. Pero el Padre tenía un plan para reconciliarnos con Él por medio de la sangre vertida por su Hijo (Col 1.20). Debemos entender que somos pecadores incapaces de pagar la deuda por nuestro pecado —algo que solo la muerte de Jesús en la cruz pudo pagar.
Toda persona que acepta el sacrificio de Cristo, recibirá el perdón de sus pecados y la reconciliación con Dios. Por haber sido justificados por la sangre del Salvador cada uno de nosotros llega a ser una nueva creación en Él.
En el momento de la salvación, somos aceptados en la familia de Dios, y recibimos el derecho de llamarlo nuestro Padre celestial. Con esta aceptación viene un sentido de pertenencia. Ahora somos parte de una familia unida en Cristo. Exteriormente somos diferentes unos de otros; pero, interiormente, estamos unidos por el mismo Espíritu (1 Co 12.12-14).
Nuestra sociedad nos dice que la aceptación se basa en lo que hacemos y en cuánto logramos. Pero el mensaje de Dios nos dice lo contrario: la fe en Cristo es la única razón para ser aceptados por Él. La presencia del Espíritu Santo en nosotros nos da testimonio de que siempre perteneceremos al Señor.

La sorprendente construcción de la historia de Dios

La sorprendente construcción de la historia de Dios

En Cristo, nuestras historias personales se dirigen a una dirección segura. Pero eso no significa que podamos predecir adónde irán.
por Jen Pollock Michel
“Mamá murió hoy”. Con esta impactante frase comienza la novela El extranjero de Albert Camus. El lector se siente sorprendido de inmediato, incluso molesto. ¿Quién está hablando? ¿Y por qué está esa persona tan insensiblemente tranquila ante el dolor? Estas tres lacónicas palabras —Mamá murió hoy— tienen un papel importantísimo. Captan la curiosidad de los lectores para seguir la historia, adondequiera que ésta los lleve.

Ya se trate de un escrito secular o de la Biblia, los principios de la buena escritura son universales. “Unas palabras iniciales deben invitar al lector a comenzar a leer la historia”, dice el novelista Stephen King. “Deben decir: Escuche. Venga acá. Usted necesita saber esto”. King reconoce que antes de empezar a trabajar en una novela, pasa meses pensando en las primeras frases y en los párrafos de introducción. “Si puedo acertar en ese primer párrafo, sabré que puedo escribir el libro”.

Moldeados por el Maestro

Moldeados por el Maestro

Leer | Jeremías 18.1-6
3 de enero de 2015
Si usted ha observado alguna vez a un alfarero, como lo hizo Jeremías en el pasaje de hoy, conoce la fascinación que produce ver convertido a un trozo de arcilla en un vaso precioso. La lección de Dios al profeta fue para ayudarlo a entender que la nación de Israel había sido moldeada por su mano. Todos nosotros somos trozos de arcilla humana esperando el toque del Alfarero perfecto.
Cuando la arcilla se coloca en el torno, el alfarero ya tiene un diseño específico en mente. Lo mismo sucede con nosotros —Dios ha determinado cómo piensa trabajar en nuestra vida, y qué papel debemos tener en la edificación de su reino (Ef 2.10). Nos da forma con sus manos, y nos lija con sus herramientas para que nuestro carácter comience a asemejarse al de su Hijo Jesucristo. Cada creyente será formado de manera diferente, para que realice el servicio especial que Dios tiene en mente para él.


Con mucha frecuencia, nos fijamos en los talentos y en las capacidades de quienes nos rodean, y deseamos ser como esas personas. Pero hemos sido diseñados perfectamente para los propósitos que Dios tiene para nosotros, y Él no se equivoca. Si pasamos el tiempo deseando tener talentos que no se ajustan al plan de Dios, o si nos negamos a utilizar los dones espirituales que Él nos ha dado, desperdiciaremos su esfuerzo y nuestra oportunidad de servirle.
El Maestro está complacido con la manera que Él ha diseñado nuestra vida, y con las capacidades que nos ha dado. Para honrar al Alfarero —como debe hacerlo un vaso— debemos someternos a ser moldeados y utilizados como Él desee.

Dios es nuestro Padre amoroso

Dios es nuestro Padre amoroso

Leer | Lucas 15.11-24
2 de enero de 2015
La humanidad tiende a proyectar su propia conducta en Dios. Piense en cómo muchas personas dan por hecho que tenemos que negociar, suplicar o esforzarnos para ganarnos el favor del Señor. Cuando en realidad, así como lo aprendió el hijo pródigo, el amor del Padre es incondicional.
El joven descarriado volvió al hogar, sin esperar ser amado como antes; la única esperanza que tenía era un lugar entre los sirvientes de la familia. Imagínese el recibimiento entusiasta de su padre. Las acciones del joven no merecían una demostración de amor, pero el tema de la parábola de Jesús es el de un Padre que ama incondicionalmente.

Un amor basado en la conducta mantendría a las personas preguntándose: ¿He hecho lo suficiente? Por el contrario, Dios le ama simplemente por ser usted quien es, y Él no espera nada a cambio. Piense en cómo fue la vida del hijo pródigo después de la fiesta de bienvenida. No se alojó entre los sirvientes, ni tuvo que trabajar como ellos. Fue restituido a su lugar como el hijo de un hombre rico, con todos los privilegios que eso suponía. De la misma manera, los creyentes son los hijos del Señor (2 Co 6.18). Cuando Dios los mira, no se centra en sus fracasos, faltas o pecados del pasado. Ve a los herederos de su reino que lo aman y desean pasar la eternidad en su presencia.
No importa cuán lejos podamos desviarnos de la perfecta voluntad de Dios, siempre somos bienvenidos al regresar. La Biblia enseña que el amor de Dios no puede perderse, a pesar de nuestro pecado o de nuestras malas decisiones. Los brazos de nuestro Padre están siempre abiertos.

Crear buenas amistades

Crear buenas amistades

Leer | Proverbios 17.17; 18.24
1 de enero de 2015
Génesis 2.18 contiene algunas de las primeras palabras de Dios en cuanto a su creación del ser humano: “No es bueno que el hombre esté solo”. Esta verdad sigue vigente. A lo largo de la historia, la gente ha buscado compañía, aunque a veces la atención se ha centrado en la cantidad antes que en la calidad de los amigos. Incluso, aunque tengamos cientos de ellos, podemos sentirnos solos. Las buenas amistades se crean poco a poco y con gran esfuerzo; lo cual nos da tiempo para cultivar solo un pequeño número de amigos leales. Pero son estos amigos verdaderos, no simples conocidos, quienes nos deleitarán y motivarán a lo largo de la vida.

Para desarrollar buenas amistades, debemos amar con abnegación. Dos personas comprometidas a dar sin esperar nada a cambio, cultivarán una amistad mutuamente beneficiosa. Se servirán una a otra con gusto, valorando los deseos y las necesidades de la otra persona, por encima de los deseos personales.
Sin embargo, aun en las relaciones amorosas, pueden producirse heridas emocionales y psicológicas. Todos cometemos errores. Pero, felizmente, todos los que seguimos a Jesucristo hemos experimentado el perdón genuino. Debemos, por tanto, estar preparados para pedir perdón y para perdonar.
Solo teniendo a Cristo como el modelo a seguir podemos poner empeño en el crecimiento espiritual de otra persona. Al practicar los principios bíblicos, seremos capaces de animarle a orar y meditar en la Palabra de Dios. La disposición de amar, perdonar y motivar, dará como resultado una amistad buena y placentera.